jueves, 6 de septiembre de 2007

Links y Bibliografías

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Algunos videos relacionados con el tema:

http://www.youtube.com/watch?v=RMz1Igve2J8
http://www.youtube.com/watch?v=bU72vJGbTrM&mode=related&search=
http://www.youtube.com/watch?v=CFxLKcPptN8
http://www.youtube.com/watch?v=EbE_9MdASDE
http://www.youtube.com/watch?v=hSmpvtFJ9qA

LA CAÍDA DEL MURO DE BERLIN


El Muro de Berlín (en alemán Berliner Mauer), también denominado "El Muro de la Vergüenza" por la opinión pública occidental y "Muro de Contención Antifascista" (antifaschistischer Schutzwall) por la República Democrática Alemana (RDA), fue parte de las fronteras intraalemanas desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989 y separó el Berlín Occidental del Berlín Oriental y de la RDA, contando con un total de 120 km. Fue uno de los símbolos más conocidos de la Guerra Fría y de la separación de Alemania. Muchas personas murieron en el intento de superar la dura vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA cuando se dirigían al sector occidental. El número exacto de víctimas está sujeto a disputas y no se conoce con seguridad. Las cifras de las diferentes versiones oscilan entre 86 y 238 muertos.

Con la construcción del Muro de Berlín, surgieron dos países. En el oeste (República Federal de Alemania) y en el este (República Democrática Alemana), existían sistemas de gobierno, ordenamientos económicos, ejércitos y compromisos de alianzas diferentes. Los ciudadanos de ambos Estados disponían de pasaportes distintos, aunque según la concepción jurídica occidental, todos tenían la misma nacionalidad alemana. Durante la existencia del Muro, que fue de casi cuarenta años, muchas personas intentaron cruzar las fronteras por estar en desacuerdo con el régimen que les había sido impuesto. Los ciudadanos intentaron escapar de muchos modos: a través de túneles o saltando el muro desde ventanas cercanas. Algunos lograron salir, otros fueron encarcelados o murieron en el intento. En la década de los ochenta, la Unión Soviética expresó al mundo el comienzo de sus reformas al régimen socialista, con el canciller soviético Mijail Gorvachov. Ese fue el inicio de una ola de protestas, de movimientos sociales que acabaron por transformar el bloque socialista, hasta casi desaparecerlo. Entre los países que protestaron en contra de su sistema de gobierno, y en contra de la división, estuvo la República Democrática Alemana. En 1989, bajo la presión del mundo, el gobierno aceptó la apertura de fronteras y el derrumbamiento del Muro. Después de varias décadas muchas personas volvieron a ver a su familia, y pudieron por fin, salir de un país que les cerraba la libertad de tránsito. El Muro cayó, sin embargo todo había cambiado.

El Muro de Berlín cayó en la noche del jueves, 9 de noviembre de 1989, al viernes, 10 de noviembre de 1989, 28 años más tarde de su construcción. La apertura del muro, conocida en Alemania con el nombre de die Wende (el Cambio), fue consecuencia de las exigencias de libertad de circulación en la ex-RDA y las evasiones constantes hacia las embajadas de capitales de países del Pacto de Varsovia (especialmente Praga y Varsovia) y por la frontera entre Hungría y Austria, que impuso menos restricciones desde el 23 de agosto. En septiembre, más de 13.000 alemanes orientales emigraron hacia Hungría.

Hacia el final de 1989 comenzaron manifestaciones masivas en contra del gobierno de la Alemania Oriental. El líder de la RDA, Eric Honecker, renunció el 18 de octubre de 1989, siendo reemplazado por Egon Krenz pocos días más tarde.

Gracias a los anuncios de las radios y televisiones de la RFA y Berlín Oeste bajo el título "¡El Muro está abierto!", muchos miles de berlineses del Este se presentaron en los puestos de control y exigieron pasar al otro lado. En esos momentos, ni las tropas de control de fronteras ni los funcionarios del ministerio encargados de regularlas estaban informados. Sin una orden concreta, sino bajo la presión de la gente, el punto de control de Bornholmerstrasse se abrió a las 23.00, seguido de otros puntos de paso, tanto en Berlín como en la frontera con la RFA. Muchos telespectadores se pusieron en camino. A pesar de todo, la verdadera avalancha tuvo lugar a la mañana siguiente. Muchos durmieron toda la noche para asistir a la apertura de la frontera a la mañana siguiente, 10 de noviembre.

Los ciudadanos de la RDA fueron recibidos con entusiasmo por la población de Berlín Oeste. La mayoría de los bares cercanos al muro daban cerveza gratis y los desconocidos se abrazaban entre sí. En la euforia de esa noche, muchos berlineses occidentales escalaron el muro. Cuando se conoció la noticia de la apertura del muro, se interrumpió la sesión vespertina del Bundestag en Bonn y los diputados entonaron espontáneamente el Himno de Alemania.

El 9 de noviembre, los berlineses llevaron a cabo la destrucción del muro con todos los medios a su disposición (picos, martillos, etc.). El virtuoso del violoncello Mstislav Rostropovitch, que había tenido que exiliarse al Oeste, fue al pie del muro a animar a los que lo demolían.

Podemos concluir que hoy ya no hay Muro de Berlín. Pero sigue existiendo mucha injusticia y exclusión. Y siguen existiendo una serie de trabas mentales. Hay muchas personas que todavía tienen el Muro en la cabeza. Esperemos que los beneficios de la democracia, agregados al respeto a los Derechos Humanos y a la justicia hagan un Mundo más justo.

DISOLUCIÓN DE LA URSS









La descomposición de la URSS se precipitó por varias razones:

1) Triunfo electoral de los grupos nacionalistas en las distintas repúblicas.

2) Éxito del populista Boris Yeltsin, político ruso opuesto a Gorbachov y defensor de rápidas reformas.

3) Derrumbe económico del país que arrastró en su caída las finanzas de los estados satélites de la URSS.


En medio de un panorama caótico, las fuerzas conservadoras dieron un golpe de Estado en 1991. La oposición, tanto interna como externa, retornó a la vieja política comunista que determinó la definitiva descomposición de la URSS y su división en quince repúblicas independientes.

El 7 de febrero de 1990 el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética consintió en dejar su monopolio del poder. Durante próximas varias semanas, las 15 repúblicas constituyentes de la URSS sostuvieron sus primeras elecciones competitivas. Los reformadores y los nacionalistas étnicos ganaron muchos de los asientos.

Las repúblicas constituyentes comenzaron a afirmar su soberanía nacional sobre Moscú y comenzaron "una guerra de leyes" con el gobierno central, en el cual los gobiernos de las república constituyentes rechazaron la legislación unitaria, donde esta entró en conflicto con leyes locales, afirmando el control de sus economías locales y rechazando pagar ingresos fiscales al gobierno central de Moscú. Esta lucha causó la dislocación económica, cuando las líneas de abastecimiento en la economía estuvieron rotas, e hicieron que la economía soviética disminuyera adelante.

El 17 de marzo de 1991, en un referéndum en toda la Unión, el 78 % de todos los votantes votó a favor de la retención de la Unión Soviética en una forma reformada. El Báltico, Armenia, Georgia y Moldavia boicotearon el referéndum. En cada una de las otras nueve repúblicas, una mayoría de los votantes apoyó la retención de la Unión Soviética renovada. Después de resultados, Armenia indicó que esta quiso reincorporarse en la discusión de Unión.

El 12 de junio de 1991, Yeltsin ganó el 57 % del voto popular en las elecciones democráticas para el puesto de presidente de la SFSR rusa, derrotando al candidato preferido de Gorbachov, Nikolai Ryzhkov, que ganó el 16 % del voto. En su campaña electoral, Yeltsin criticó "la dictadura del centro", pero no sugirió la introducción de una economía de mercado. En cambio, él dijo que él pondría su cabeza sobre el railtrack en caso de precios aumentados. Yeltsin tomó posesión del cargo el 10 de julio.

En su ambición de poder, Yeltsin jugó la carta rusa, y pese al papel histórico predominante de Rusia y los rusos en la Unión Soviética, afirmaba en 1990 que las leyes rusas tenían precedencia respecto a las soviéticas. El 8 de diciembre de 1991, junto con los presidentes de Ucrania y Bielorrusia (ahora Belarus) aplicó el golpe de gracia al sistema, al anunciar unilateralmente que la URSS había dejado de existir y que sería sustituida por una Comunidad de Estados Independientes. El 21 de diciembre de 1991 la URSS dejó formalmente de existir. Once de las doce repúblicas que quedaban, entre ellas, Armenia, Azerbaiyán, Kazajstán, Kirguizistán, Moldavia, Rusia, Tayikistán, y Uzbekistán acordaron crear la llamada, de forma imprecisa, Comunidad de Estados Independientes (CEI). Gorbachov dimitió el 25 de diciembre y el día siguiente el Parlamento soviético proclamó la disolución de la URSS.

Estos últimos meses de existencia de la Unión Soviética fueron el momento culminante de la popularidad de Yeltsin. En cambio, Gorbachov, que había sido el político más popular de Rusia y de la URSS durante los cinco años transcurridos entre su elección como secretario general del Partido Comunista, en marzo de 1985, y su elección como presidente de la URSS por el Congreso de los Diputados del Pueblo en marzo de 1990, gozaba ahora de mucho menos apoyo y se le respetaba menos que a Yeltsin. Sin embargo, Gorbachov fue quien dio los pasos clave para desmantelar el sistema comunista. La libertad de palabra, de publicación y de culto, las elecciones libres, un legislativo que podía criticar al ejecutivo, y que lo hizo, organizaciones políticas independientes (incluyendo la formación de grupos de presión, amplios movimientos políticos y embrionarios partidos políticos), habían surgido bajo la protección de Gorbachov y, en su mayoría, como resultado de su apoyo decisivo.

Aunque la actitud de Gorbachov era diferente respecto a lo que a veces se llamaba el “imperio interior” de la URSS, para diferenciarlo del “imperio exterior” centroeuropeo, también en esto se abstuvo de recurrir a lo que, en 1990-1991, era el único medio posible de mantener unida toda la Unión Soviética, o sea, una represión dura y constante. Por el contrario, trató de negociar -aunque ya algo tarde- un nuevo tratado de la Unión que mantuviera unida voluntariamente a toda o a la mayor parte de la URSS. Fracasó, pero no, esencialmente, a causa de errores cometidos por los dirigentes soviéticos de después de 1985, sino por el legado de todo el período soviético y hasta de la historia de la Rusia imperial.

PERESTROIKA

Perestroika (en ruso перестройка, reestructuración) fue un proceso de reforma basado en la reestructuración de la economía puesto en marcha en la Unión Soviética el 11 de marzo de 1985 por Mijaíl Gorbachov con el objetivo de reformar y preservar el sistema socialista, pues quería dar a la sociedad soviética un cierto espíritu de empresa e innovación. Este proceso, acompañado también de una cierta democratización de la vida política, trajo varias consecuencias a nivel económico y social que provocaron el fin de la era de Gorbachov y el colapso y desintegración de la URSS.

El mandato de Gorbachov inició un periodo de apertura política (perestroika) caracterizado por la puesta en marcha de un ambicioso plan de reformas:

  • Ley de empresas del Estado: daba mayor autonomía a los directivos de las empresas públicas. Pese a sus buenas intenciones, en la práctica provocó la aparición de una corrupción creciente y la aparición de mercados negros.
  • Glasnost, o claridad informativa: significaba el final del secretismo soviético y la censura de prensa.
  • «Nuevo pensamiento» o retorno a la distensión con Estados Unidos, lo que tuvo como resultado la firma de importantes tratados de desarme.
  • Rehabilitación política de significativos disidentes, como Andrei Sajarov

Su principal objetivo y en el cual estaban enfocados, era la deformación del sistema socialista a través de la flexibilización de economía y una democratización de la sociedad. En la política interior impulsó la lucha contra la corrupción política, instauró medidas liberalizadoras y tendió a la descentralización de la economía

La perestroika iba complementada por la glasnot, una política de apertura hacia los medios de comunicación, con transparencia informativa, permitiendo la libertad de expresión y de opinión, al contrario que en la etapa anterior, caracterizada por la ejecución de los contrarios al sistema.

Lo importante, sin embargo, estriba en que, en realidad, la Perestroika se enmarcaba en su momento inicial en un tipo de comportamiento habitual en el seno del régimen soviético. Se trataba de lograr un uso más apropiado de los medios económicos de los que se disponía, porque se admitía ya la existencia de un abismo entre la realidad y lo oficial. Este nuevo impulso reformador incluyó la purga de una burocracia ineficaz y la voluntad de implicar al conjunto de los ciudadanos en la tarea colectiva de reconstruir la economía nacional. Lo auténticamente novedoso fue, por tanto, la sensación de inevitabilidad en la autocrítica y la urgencia de resolver los problemas productivos, así como la amplitud de la revisión a emprender.

En el origen de la Perestroika estuvo, sin la menor duda, una voluntad de reforma económica, pues éste era el aspecto más grave de la situación de la URSS a mediados de los ochenta. Pero aunque Gorbachov presentó el cambio necesario en esta materia como una imperiosa necesidad, no lo fundamentó en una teoría acerca de él.

Nunca, a lo largo de toda la duración de la Perestroika, se discutieron las alternativas económicas existentes en otros países del área socialista. Las pocas medidas que realmente se adoptaron no fueron discutidas de forma efectiva, como fue el caso de aquellas que permitían capital extranjero. Un chiste acerca de Gorbachov, que le describía como una persona que tenía cien consejeros económicos pero no sabía cuál era el bueno, ilustra la situación de perplejidad de la clase dirigente soviética que demostró mucha más capacidad de destruir que de construir. Rizhkov, el presidente del Consejo de Ministros nombrado por Gorbachov y persona clave para ejecutar la reforma económica, simplemente permaneció en la pasividad y, como veremos, cuando ya la situación empezó a convertirse en patética sólo fue uno de quienes propusieron una serie de planes de acción contradictorios que concluyeron en una situación insoluble.

Resulta obvio que el balance de la política exterior fue no sólo positivo sino brillante para Gorbachov. El optimismo generado por este resultado fue un factor que contribuye a explicar que, aunque ése no era su propósito original, la Perestroika derivara hacia una reforma política.

Hacia el final del mandato de Gorbachov, la perestroika empezó a recibir críticas tanto por los que pensaban que las reformas se aplicaban demasiado lentamente como por los comunistas que temían que éstas destruyeran el sistema socialista y llevaran a la decadencia del país. El 25 de diciembre de 1991, día en que Gorbachov renunció a su cargo. Yeltsin se convirtió en su sucesor, abandonando el comunismo y convirtiéndose en presidente de la recién fundada República rusa.

Podemos concluir que Gorbachov demostraba la Perestroika su difícil adaptación al mundo del liberalismo o, más aún, a la democracia. Pero, al mismo tiempo, en diciembre de 1988 su Gobierno se dijo inspirado por "valores humanos universales", lo que significaba un rompimiento esencial con los principios del marxismo-leninismo, que hasta el momento eran la esencia misma del régimen soviético.

LA GUERRA DE YOM KIPPUR

La Guerra del Yom Kippur, Guerra del Ramadán o Guerra de Octubre fue un enfrentamiento armado a gran escala entre Israel y los países árabes de Egipto y Siria dentro del denominado conflicto árabe-israelí. Supuso la última guerra total, en múltiples frentes, entre Israel y sus vecinos árabes, y un punto de inflexión en la historia de dicho conflicto. Egipto y Siria lanzaron una ofensiva militar por sorpresa contra Israel coincidiendo con la festividad hebrea de Yom Kippur (6 de octubre de 1973), traspasando los límites del Sinaí y de los Altos del Golán, que habían sido conquistados por Israel durante la Guerra de los Seis Días en 1967.

La lógica del conflicto iraquí, o las implicaciones de los restantes Estados árabes solo pueden entenderse en el marco de una continuidad que se remonta no solo a la anterior guerra del Golfo, sino que viene de más mucho más lejos.

Sucedió cuando, el 6 de octubre de 1973, a las 14 horas del "Día Sagrado de la Expiación", Yom Kippur, (cuando una gran parte de la población israelí pasa la jornada rezando), las tropas egipcias del presidente Sadat por el Oeste y las tropas del presidente sirio Assad por el Este lanzaron su ataque sobre Israel. La festividad religiosa fue un momento adecuado, aunque notablemente descortés, para atacar por sorpresa. Si bien la penetración de las tropas egipcias resultó espectacular, con aquellos chorros de agua destruyendo las defensas judías, la más peligrosa fue la Siria. Sí éstos tomaban la meseta del Golán, tendrían la posibilidad de asestar una puñalada mortal al corazón de Israel.

En la retaguardia judía reinaba el desconcierto y la posición llegó a ser tan crítica que a medida que la tripulación de los carros se iban completando marchaban directamente al frente (recordando, para el observador, la situación del frente de Moscú, en 1941, cuando las tropas que desfilaban en la ciudad iban directamente a combatir a los alemanes que ya habían llegado a la periferia).

De esta manera cuando el 9 de octubre quedaban sólo siete tanques de la 7ª en posición de combatir, una improvisada fuerza de trece carros lanzó un contraataque que desconcertó a las fuerzas sirias, completamente seguras en su marcha, y frenó en seco su avance. En momentos tan cruciales los judíos consiguen reunir fuerzas para completar dos divisiones de refuerzo; pero en vez de enviarlas a reforzar el frente, en una situación tan débil como la comentada, arriesgan un ataque por los dos flancos de las fuerzas sirias, aprovechando la concentración en forma de cuña de éstas. Las unidades sirias, frenadas en su avance y al sentirse en peligro de caer en una bolsa mortal se repliegan con velocidad dejando gran cantidad de material bélico sobre el campo de batalla.

El frente egipcio también fue escenario de fuertes combates; pero las fuerzas israelíes consiguieron frenar el avance de las tropas enemigas en la península del Sinaí y un inesperado contraataque, la noche del 15 al 16 de octubre, del entonces general Ariel Sharon depositó a sus fuerzas paracaidistas y siete carros en la orilla oeste del Canal de Suez, en el extremo septentrional del Gran Lago Amargo. Utilizando pontones y algunos puntos de apoyo existentes, el 17 y 19 de octubre las fuerzas incrementadas de Sharon se despliegan en la retaguardia egipcia, eliminando los emplazamientos de mísiles soviéticos y permitiendo a los Phantom israelíes atacar posiciones enemigas. El alto el fuego encontró a Sharon ocupando 1.500 Km. cuadrados de territorio egipcio y nueve mil prisioneros en su poder. Por otro lado Egipto conservaba aún una franja de 11 Km. de ancho a lo largo de toda la orilla este del Canal y había apresado a unos 250 judíos.

Hasta el final de la contienda, en material, Egipto, Siria e Irak perdieron algo más de 1300 tanques, el Zahal perdió unos 840, aunque luego se recuperaron bastantes. Las fuerzas aéreas árabes habían perdido 368 aviones, dos tercios de ellos egipcios; Israel perdió 114. Según fuentes árabes las bajas fueron de 19.000 muertos y 51.000 heridos. Israel tuvo 7.500 bajas mortales, entre ellas 25 coroneles y 80 comandantes.

La guerra de Yom Kippur terminó con la victoria militar de los israelíes y la victoria política de Sadat, quién pudo demostrar a su pueblo que eran capaces de enfrentarse con los hebreos. El "Gran Cruce", así llamado por los egipcios, del Canal de Suez fue su gran baza psicológica y un gran recurso propagandístico muy utilizado posteriormente. El "contracruce" de Sharon en cambio, quedó silenciado como un episodio menor... aunque, sin embargo, fue el que determinó la intervención de la Unión Soviética, no dispuesta a permitir el derrumbe del régimen de Sadat, quién en ese momento le era muy favorable.

Dato curioso que podemos rescatar es que la guerra del Yom Kippur fue mucho más que un simple ataque de Siria y Egipto contra Israel. Fue sobre todo una excusa premeditada para justificar el legendario embargo petrolífero. Con lo que los agresores no contaron es que Israel no golpeó primero para obtener ventaja ante el inminente ataque de sus vecinos, como ocurrió en 1967, lo que les impidió vestirse de su disfraz preferido, el de víctimas. Fue una de las mayores estafas de la historia., desatando una agresión económica en toda regla a occidente, que condujo a años de zozobra financiera acompañada de las mayores tasas de desempleo conocidas.

LA GUERRA DE LOS SEIS DIAS



La Guerra de los Seis Días, también conocida como Guerra de Junio de 1967 en la historiografía árabe, fue un conflicto bélico que enfrentó a Israel con una coalición árabe formada por Egipto, Jordania, Irak y Siria entre el 5 y el 10 de junio de 1967. Tras la solicitud egipcia a la ONU de que retirase sus fuerzas de interposición en el Sinaí, el movimiento de fuerzas egipcias en la frontera y el bloqueo del estrecho de Tirán, Israel, temiendo un ataque inminente, lanzó un ataque preventivo contra la fuerza aérea egipcia. Jordania respondió atacando las ciudades israelíes de Jerusalén y Netanya. Al finalizar la guerra, Israel había conquistado la Península del Sinaí, la Franja de Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán. La Guerra de los Seis Días se inscribe dentro del conjunto de guerras libradas entre Israel y sus vecinos árabes, tras la creación del Estado de Israel (1948) en la Palestina del Mandato británico. Estos seis días de 1967 concitaron la atención mundial y resultaron claves en la geopolítica de la región: sus consecuencias han sido profundas, extensas y se han hecho notar hasta hoy día, teniendo una influencia decisiva en numerosos acontecimientos posteriores, como la Guerra de Desgaste, la Guerra de Yom Kipur, la masacre de Munich, la polémica sobre los asentamientos judíos y el estatus de Jerusalén, los acuerdos de Camp David y Oslo o la Intifada.

La Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, fue una victoria extraordinaria para Israel y una derrota humillante para los árabes. El Estado judío, creado menos de dos décadas antes, destruyó las fuerzas armadas de Egipto, Siria y Jordania en sólo seis días. O en las palabras de un escritor árabe, la destrucción fue "más rápida que lo que toma encender un fósforo". Israel demostró su destreza militar y, de un golpe, aumentó significativamente el territorio bajo su control, capturando el desierto del Sinaí, la Franja de Gaza, las Alturas del Golán, Cisjordania y, en un acto de enorme importancia simbólica, Jerusalén Oriental, unificando su ciudad santa.

La guerra cambió dramáticamente el paisaje de Medio Oriente, de una forma que sólo se hizo evidente gradualmente. Primero, le dio un golpe fuerte, quizás mortal, al Arabismo: el sueño de un sólo Estado árabe unido, que se extendiera desde el Atlántico hasta el Golfo. Pero también fue un golpe para su paladín, el carismático presidente egipcio Gamal Abdel-Nasser. El Arabismo persistió como sentimiento, pero la guerra de junio lo redujo a su mínima expresión. Muchos consideran que la derrota de los árabes marcó el principio del "renacimiento islámico" en la región, con los islamistas tomando la bandera de las manos de quienes consideraban como nacionalistas árabes desacreditados.

Segundo, la guerra cambió la relación entre Israel y Estados Unidos. Con el presidente Dwight D. Eisenhower en los '50, las relaciones de los estadounidenses con el joven Estado judío habían sido más bien frías. Su principal proveedor de armas era Francia, no EE.UU. No obstante, tras la guerra de junio, con la decisión del presidente Lyndon B. Johnson de armar a los israelíes con aviones de combate F-4, la relación empezó a convertirse en la asociación estratégica que conocemos hoy en día.

Tercero, la guerra tornó a Israel en una fuerza de ocupación, que gobierna a más de un millón de palestinos. Con el tiempo, la opinión israelí se empezó a polarizar entre quienes pensaban que quedarse con los territorios era bueno o malo.
Quienes proponen la "profundidad estratégica" alegan que el Israel de antes de 1967 era más difícil de defender que un estado que tenía el Sinaí, Cisjordania y el Golán como espacio amortiguador. La facción pacifista israelí, en contraste, argumenta que la presencia militar en los territorios, que contienen una población Palestina furiosa y resentida, es tan corrosiva para los invasores como para los invadidos. Señalan que entregar territorios tras una negociación beneficiaba tanto a los israelíes como a los árabes.

Cuarto, la guerra cambió fundamentalmente la naturaleza del conflicto árabe israelí y el carácter de las negociaciones de paz en la región. Desde ese momento, la esencia de cualquier acuerdo pasaría por el intercambio de tierra por paz. Si Israel devolvía los territorios, los países árabes tendrían que aceptar vivir en paz con el Estado judío. Esa idea fue plasmada en la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU en 1967, que se convirtió en la base de los futuros esfuerzos por conseguir la paz.

40 años más tarde, Israel ha entregado dos de los territorios que conquistó en 1967: el desierto del Sinaí, que le devolvió a Egipto como parte de los acuerdos de Camp David de 1978; y la Franja de Gaza, que pasó a manos de la Autoridad Nacional Palestina después del retiro unilateral de Israel en 2005. Israel mantiene su presencia en Cisjordania y las Alturas del Golán y se refiere a Jerusalén como su "capital indivisible y eterna". Ha pagado un costo político por hacerlo. Dos intifadas o levantamientos palestinos, a finales de los '80 y en 2000, demuestran que el común de los palestinos está muy lejos de reconciliarse con la idea de una ocupación israelí de largo plazo. Y los reclamos de pertenencia de terrenos en disputa han contribuido a la erosión del apoyo internacional a Israel, por ejemplo en Europa. Algunos israelíes también le temen a lo que ahora se conoce como la bomba de tiempo demográfica: la idea de que eventualmente habrá más árabes que judíos en los territorios que Israel controla. Ese fue uno de los factores que llevó al primer ministro Ariel Sharon a tomar la polémica decisión de retirarse unilateralmente de Gaza en 2005. Aunque escurridizo, el acuerdo tierra-por-paz sigue siendo la meta de la diplomacia en la región.

Finalmente podemos concluir que la guerra de los seis días de junio de 1967 ha tenido un impacto político duradero; ya que el presidente egipcio, Gamal Abdul Nasser quería unificar al mundo árabe. Israel temía ser eliminado e inició los ataques contra bases egipcias. La noche del 6 de junio la defensa israelí toma la Franja de Gaza, Belén y Hebrón. El futuro primer ministro de Israel, Ariel Sharon, fue el comandante durante la guerra. Al final de la guerra que duró 132 horas, Israel llegó a triplicar su territorio. Durante la guerra, Jordania destruyó el puente de Allenby sobre el río Jordán. Las pérdidas humanas fueron cuantiosas, sobre todo en el lado árabe. La supremacía aérea y sus tácticas militares dieron el triunfo a Israel. El 7 de junio, los israelíes celebraron la toma del Muro de los Lamentos.

Invasión de Afganistan por URSS

Cuando en la víspera de las Navidades de 1979 las fuerzas soviéticas penetraron en Afganistán, los observadores internacionales se plantearon si ello se debía a un deseo consciente de violar las normas no escritas de la distensión o bien obedecía a razones circunstanciales y no destinadas a convertirse en perennes. Pero nada de lo sucedido se entiende sin tener en cuenta los antecedentes históricos.
Afganistán fue, desde el siglo XIX, un Estado dibujado en el plano como si fuera una realidad pero sin límites naturales claros y una especie de asociación de etnias de vida a menudo muy conflictiva sin que ninguna de ellas tuviera una mayoría o una fuerza suficiente para imponerse a las demás ni tampoco residiera tan sólo dentro de esos límites. Con quince millones de habitantes en 1979 y una altitud y clima que hacían muy difícil la agricultura, en realidad el pasado de Afganistán se explica por haber sido una especie de Estado-tapón -una Polonia de Oriente- durante todo el siglo XIX entre las dos influencias cruciales de la zona, la rusa y la inglesa. En 1919, tras la Revolución de octubre, la Unión Soviética fue el primer país en reconocer la independencia de Afganistán a quien incluso concedió una modesta ayuda económica. El puro realismo les hizo a los soviéticos considerar, sin embargo, que su influencia no debía pasar más adelante: Afganistán siguió siendo una Monarquía con alguna apariencia constitucional a medida que fue pasando el tiempo. Después de la Segunda Guerra Mundial la URSS y los Estados Unidos siguieron manteniendo a Afganistán como Estado-tapón pero la dependencia económica de la URSS se fue haciendo mayor cuando Pakistán cerró su frontera por la existencia de diferencias territoriales. De este modo, en los años setenta el 43% de las importaciones, casi todas las armas y el 60% de la ayuda exterior venía de la URSS. En este contexto no puede extrañar que surgiera un Partido Democrático Popular -PDP- que vino a ser el equivalente, aunque oculto, de un Partido Comunista. Estuvo, sin embargo, muy dividido en tendencias que, muy probablemente, no correspondían a ningún motivo ideológico sino a personalismos.
Después de una fuerte sequía a comienzos de los setenta que pudo haber provocado varios millares de muertos, en 1973 un golpe de Estado llevado a cabo por el primer ministro Daoud supuso la proclamación de la república. Autoritario y nacionalista, Dauod llegó al poder con apoyo soviético y de un sector del PDP pero pronto demostró una voluntad de independencia que le hizo inaceptable. En 1978 una revolución le desplazó y estableció un Gobierno revolucionario dirigido por Taraki, que inmediatamente puso en marcha una revolución. Ésta, sin embargo, muy pronto chocó con una sociedad tradicional en la que, por ejemplo, se consideraba inaceptable la alfabetización de las jóvenes. En 1979 el número de desertores de un Ejército de 100.000 hombres se elevaba ya a más de 40.000 y era necesario emplear la fuerza contra los montañeses del Norte con la ayuda de unidades aéreas soviéticas. Al mismo tiempo, los conflictos entre los dirigentes del partido fueron siempre muy duros y no menos sangrientos. En unos pocos meses Taraki había eliminado a cuatro ministros; en septiembre de 1979 fue ejecutado él mismo como consecuencia del golpe de Amin, su segundo. Todo esto sucedía en una situación en que se consideraba como un dato adquirido la vinculación de Afganistán con la URSS: ni siquiera el asesinato de un embajador norteamericano produjo una modificación de esta situación por intervención de este país. Esto es lo que explica la intervención soviética como también la inestabilidad política reinante: en un viaje reciente a Moscú los soviéticos recomendaron a Taraki librarse de Amin. Lo sucedido en Afganistán fue exactamente lo contrario. El temor a una situación parecida a la de Irán y el persistente deseo de lograr una absoluta seguridad en su glacis defensivo pudieron contribuir a que la intervención finalmente se llevara a cabo. Fue, por tanto, la incompetencia de sus propios colaboradores quien indujo a la URSS -principalmente al Ejército y la KGB- a la intervención.
Las propias tropas soviéticas atacaron el palacio presidencial de Amin y le ejecutaron; en sólo seis días 55.000 soldados habían hecho acto de presencia en el país islámico. La verdad es que todas las tendencias actuantes en la política afgana habían pretendido, en un momento u otro, que los soviéticos aparecieran en su país. Pero lo grotesco fue que en este caso se justificó la intervención soviética gracias a la petición de que se produjera el nombramiento de un Babrak Karmal, dirigente del PDP, que era un particular residente en el extranjero y que inmediatamente fue convertido en supremo dirigente del Estado afgano. Se entiende el nerviosismo de los soviéticos involucrados en un conflicto sin salida aparente. Pero, por más que Afganistán estuviera desde hacía tiempo bajo la influencia soviética, parece evidente que lo sucedido en esta ocasión suponía, desde la perspectiva norteamericana, la primera "satelización" de un Estado cercano mediante el empleo de la fuerza militar durante un período no bélico. Fue, además, la primera ocasión desde la Guerra Mundial en que la URSS actuó a través de su Ejército en una parte del mundo distinta de Europa del Este.
Parece evidente que los soviéticos en ningún caso meditaron lo suficiente el impacto que su intervención en Afganistán habría de tener en el panorama universal. La Asamblea de la ONU condenó a la URSS por 104 votos contra 18 y 18 abstenciones; sólo los países adscritos al área soviética la apoyaron y, al mismo tiempo, sólo 9 no alineados estuvieron en contra de la no resolución. Más grave para ella fue que los ministros de Asuntos Exteriores de los países islámicos, reunidos en la capital pakistaní, abominaron unánimemente de "la agresión contra el pueblo afgano" en un giro espectacular con respecto a lo sucedido durante la crisis de Suez en 1956. Castro, que apoyó a los soviéticos, no pudo volver a convertirse en el portaestandarte del no alineamiento. Pero, aparte de haber perdido su apoyo en estos países, la URSS había destruido también el crédito de confianza conseguido con las potencias occidentales. No es, por tanto, una casualidad que Carter dijera que en esta ocasión había aprendido mucho más sobre la Unión Soviética que en todos los años anteriores. Fuera por inseguridad o por imperialismo -o por una mezcla de ambos- la Unión Soviética había demostrado que su deseo de controlar su glacis defensivo la condenaba a operaciones que el adversario ideológico sólo podía interpretar como ofensivas. Las consecuencias fueron graves para los propios soviéticos. Un total de 55 países no asistieron a los Juegos Olímpicos de Moscú. La exportación de cereales norteamericanos fue suprimida y la de tecnología occidental se redujo en un 50%. Si la URSS por un momento pensó en que con el paso del tiempo se olvidara su invasión de Afganistán, muy pronto se probó que no iba a suceder así. Las condenas arreciaron con el paso del tiempo e incluso aliados de otro tiempo, como India, se mostraron ahora muy tibios.
Pero, además y sobre todo, la invasión no consiguió de ninguna manera estabilizar la política afgana. Babrak Karmal quiso hacer una política moderada pero era ya demasiado tarde y, además, la invasión soviética previa le quitaba la legitimidad. En el plazo de unos meses el Ejército afgano perdió dos tercios de sus efectivos por deserción y casi un tercio de la población total cruzó la frontera convirtiéndose en refugiada. La oposición, formada por grupos variados que iban desde el tradicionalismo al más exacerbado integrismo, pronto contó con ayuda china y norteamericana. Esta última llegó a ser muy sofisticada hasta el punto de contar con misiles Stinger capaces de derribar los helicópteros soviéticos.
Da la sensación de que los círculos dirigentes de la URSS se vieron invadidos por una súbita erupción de prudencia a partir del momento de la invasión. Ante una situación de insurrección del conjunto del país hubieran necesitado un millón de hombres para someterlo pero se limitaron a tener unos cien mil y controlar la capital y los puntos estratégicos más importantes, apenas un 15% del total. Quizá la clase dirigente soviética se dio cuenta de que se había llegado al máximo de expansión territorial y militar soportable para una sociedad y un Estado ya declinantes. En efecto, en este momento la URSS se encontraba ya en una situación de exceso de compromisos de cara al Tercer Mundo: Cuba les costaba 10 millones de dólares diarios y Vietnam tres. Además de no lograr solucionar el problema afgano -a pesar de que eran 280 millones de habitantes contra 15- muy pronto se encontró, en el otro extremo de su Imperio, con el problema de Polonia. Desde la conciencia de esta realidad no puede extrañar que la llegada de una nueva generación dirigente de la URSS en 1985 impusiera una rectificación.
Pero las consecuencias para la propia Unión Soviética y más aún para Afganistán fueron graves y duraderas. Murieron en la guerra afgana unos 13.300 soldados soviéticos, cifra muy inferior a la de muertos norteamericanos en Vietnam pero equivalente si tenemos en cuenta el número de tropas empleadas en cada uno de los dos casos. Primera derrota soviética desde 1945, la Guerra de Afganistán creó una conciencia autocrítica que influyó mucho tanto en los dirigentes militares como en los propios soldados. Pero fue lo sucedido en el país invadido donde la guerra pudo costar 725.000 vidas, cifra cuya importancia se aprecia comparándola con la población total. El régimen de Babrak Karmal pudo sobrevivir en las ciudades, pero sólo algún tiempo, y luego se impuso un integrismo que perduró hasta la ocupación de Estados Unidos y otros aliados, en 2001, que acabó con el régimen taliban. En mayor grado aún que en Líbano también en Afganistán una intervención exterior liquidó el limitado equilibrio existente en una sociedad tradicional.

Video sobre el tema: http://www.youtube.com/watch?v=WIE-5mXYRCU

Guerra de las Galaxias


La IDE no fue la primera iniciativa estadounidense en el área de la defensa contra misiles balísticos intercontinentales. En la década de 1960, el Proyecto Sentinel fue creado y desarrollado con el fin de proveer una limitada capacidad defensiva, pero no fue nunca desplegado. La tecnología del Proyecto Sentinel fue posteriormente reutilizada por el Proyecto Safeguard, que seria desplegado brevemente para defender una localización singular de los Estados Unidos. Durante los años 70 la Unión Soviética desplegó un Sistema Antimisiles, todavía operativo en la actualidad, y que defiende tanto Moscú como los silos de misiles instalados en sus cercanías.

La IDE fue una idea completamente novedosa en comparación con los intentos previos por parte tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética. Contemplaba el uso del espacio como base de operaciones en contra del uso de lanzadores de origen únicamente terrestre. También aspiraba al ambicioso objetivo de conseguir una defensa casi total contra un ataque masivo de sofisticados ICBMs, en contra de la limitada capacidad defensiva y cobertura geográfica de los sistemas anteriores.

Siguiendo el estilo del presidente Reagan, antiguo actor de Hollywood, esta iniciativa fue lanzada de forma teatral en un discurso televisado el 23 de marzo de 1983. Reagan pedía a la comunidad científica norteamericana que desarrollara una defensa antimisiles que garantizara la defensa del territorio norteamericano ante cualquier ataque nuclear.

La Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) fue rápidamente denominada por los periodistas "Guerra de las Galaxias", siguiendo el título de una célebre película de la época. La IDE suponía una verdadera revolución estratégica pues suponía la ruptura de las ideas de disuasión nuclear, el equilibrio del terror y la mutua destrucción asegurada que habían caracterizado las relaciones soviético-norteamericanas durante toda la guerra fría.

Rápidamente recibió críticas. Se planteó la imposibilidad científica de crear un "paraguas protector" que fuera capaz de detectar y destruir todos los misiles dirigidos hacia un territorio concreto, en este caso norteamericano. Los economistas resaltaron el enorme coste económico que suponía para la economía norteamericana en aquel momento histórico.

Pese a todo, la IDE planteó un desafío de enorme magnitud a una URSS cuya economía pasaba por serios problemas. El rearme norteamericano, en la que la IDE era un nuevo factor clave, hizo conscientes a los líderes del Kremlin de la imposibilidad de continuar la carrera armamentística con EE.UU. y de la necesidad de detraer recursos hacia una economía soviética que pasaba por graves dificultades. El nuevo giro que dio Gorbachov a la política internacional soviética fue en gran medida consecuencia de este rearme norteamericano.

Construcción del muro de Berlín

El Muro de Berlín fue construido en 1961, pero sus antecedentes surgieron años antes, poco después de terminar la Segunda Guerra Mundial. Al acabar la conflagración, la capital alemana fue dividida entre los aliados occidentales (Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña) y la entonces Unión Soviética. La ciudad de Berlín, de hecho, quedó incrustada en el corazón del territorio ocupado por los soviéticos y pasó a convertirse en la capital de la República Democrática Alemana (RDA).

A pesar de que la RDA era considerada una de las naciones más productivas del bloque comunista, su estándar de vida estaba por debajo del de la República Federal Alemana.
Al estar abierta la frontera en Berlín, muchos germano-orientales aprovechaban esa vía para huir a Occidente, esperando encontrar mayores oportunidades económicas y libertad política.
Berlín occidental se convirtió en una suerte de escaparate de la prosperidad de Occidente, situado en el corazón de un Estado comunista. Se estima que entre 1949 y 1961 más de dos millones de alemanes orientales huyeron a la República Federal Alemana. Más de la mitad lo hizo a través de Berlín.

La situación generaba muchas tensiones entre el bloque soviético y el occidental, por lo que el gobierno de la RDA decidió tomar medidas drásticas para detener las fugas, que estaban diezmando la fuerza laboral del país, entre otras cosas.

Es así que el 13 de agosto de 1961 los soldados germano-orientales junto a sus milicias rodearon a la ciudad con alambre de púas. Estas fortificaciones temporales fueron rápidamente reemplazadas por un muro de concreto de 4 metros de altura por 166 kilómetros de largo, 45 de los cuales cortaban la ciudad en dos partes.

De esta manera nacía el Muro de Berlín, considerado por el bloque comunista como una barrera preventiva contra el "peligro de una invasión y la interferencia política de Occidente".
El muro que pronto se convirtió en un muro de cemento de 5 metros de alto, coronado con alambre de espino y vigilado por torretas de vigilancia, nidos de ametralladoras y minas. Este complejo sistema de muros, vallas electrificadas y fortificaciones se extendió a lo largo de 120 kilómetros, separando a la ciudad y rodeando completamente a Berlín occidental. Para Occidente, en cambio, el Muro se convirtió en el elemento más notorio de la denominada "cortina de hierro". Más allá de la percepción de uno u otro bando, el Muro -que entre 1961 y 1989 costó la vida a por lo menos 80 personas- se convirtió en la máxima representación de la Guerra Fría.

Primavera de Praga


Durante la Guerra Fría, la Primavera de Praga fue un periodo de intento de liberalización política bajo el liderazgo de Alexander Dubcek, en Checoslovaquia que duró desde el 5 de enero de 1968 hasta el 20 de agosto de ese mismo año, cuando el país fue invadido por la URSS, y sus aliados en el Pacto de Varsovia (a excepción de Rumania).

Checoslovaquia, fue siempre un espacio de vital importancia en el centro de Europa y lugar estratégico desde el punto de vista de la geo-política. Durante muchos siglos, fue el dominio de la casa de los Habsburgo, la que impuso su poder en la región. Más tarde, quedó incluida dentro del Imperio Austro-Húngaro, que contenía comunidades de distinto origen, lengua y cultura, por lo que fue llamado el Imperio de las Nacionalidades. Luego de la primera guerra mundial, con la derrota del Imperio Austro-Húngaro, se construyó la República de Checoslovaquia, finalmente durante la segunda guerra mundial (1938-1945), los nazis la ocuparon y la reclamaron como parte de Alemania.

Al terminar la segunda guerra mundial, el territorio checo quedó dividido en dos partes. Una, ocupada por las tropas soviéticas, y la otra por las norteamericanas. Las dos potencias mundiales del momento, llegaron a un acuerdo por el cual volvían a imponer en su cargo al ex presidente Benes, que había sido destituido por los alemanes.

El 2 de febrero de 1948, el partido comunista checo llegó al poder mediante un golpe de estado. De este modo, el comunismo Stalinista llegó al control de la Europa central, creando un sistema defensivo (como si fuera una muralla formada por los siguientes países: Polonia, Hungría, Yugoslavia, Bulgaria, Albania, Rumania, Checoslovaquia y Alemania Democrática) ante una eventual agresión del mundo de occidente. Dentro de los estados europeo centrales que estaban dentro del bloque comunista, sin dudas uno de los más importantes era justamente Checoslovaquia, por su desarrollo industrial y su injerencia política.

Los comunistas checos aceptaron, en general, las directivas de Moscú, sin demasiadas objeciones. La tutela de Rusia les permitía una cierta estabilidad y un crecimiento sostenido. Sin embargo, la situación varió durante la década del ´60. Comenzaron a manifestarse corrientes opositoras al régimen que llegaron a su punto culmine en enero de 1968, en lo que se conoció en todo el mundo como la “primavera de Praga”.

Este proceso político que conmovió al comunismo, fue dirigido por Alexander Dubcek , hijo de un militante comunista, que había realizado una importante carrera política, y en enero del 68, accedió al cargo de Secretario General del Partido Comunista Checo. El mismo, pretendía acentuar la autonomía de Checoslovaquia y adoptar algunas reformas económicas y sociales. Dubcek, fue seguido por muchos checos que pretendían el levantamiento de la censura y que se adopten algunas de las reformas previstas. Este proceso se aceleró cuando el partido comunista (que actuaba como partido único, ya que estaba prohibido la pluralidad política) aprobó un nuevo Programa de Acción, que fue ampliamente rechazado por antiguos dirigentes del partido, intelectuales, escritores y periodistas censurados.

Al principio, Moscú intentó evitar que se quiebre en dos el Partido Comunista Checo. Luego, cambió de táctica, y comenzó a culpar a los checos de contrarrevolucionarios y de preparar un golpe contra el comunismo.

Dubcek, intentó buscar apoyo en Tito, líder de Yugoslavia y Ceausescu de Rumania, que eran los líderes del comunismo europeo menos dependientes de Rusia.

A pesar de todos los intentos por evitar la invasión, los tanques soviéticos llegaron a Praga el 20 de agosto. La experiencia checa, no podía quedar sin castigo, si la Unión Soviética, aspiraba a que no se reprodujera. Seiscientos mil soldados ocuparon Checoslovaquia. La resistencia fue pasiva, se intentaba de esta manera, evitar una masacre, ya que las desigualdades de recursos eran evidentes.

Finalmente, el proceso político de Dubcek fue derrotado. Las reformas económicas fueron anuladas y se restablecieron las condiciones de censura. A pesar de la derrota, “la Primavera de Praga” (que duró desde el 5 de enero de 1968 hasta el 20 de agosto de ese mismo año) dejó huellas profundas y mostró una faceta del comunismo desconocida hasta ese momento.


Revolución de Mayo en París


A comienzos de 1968, a pesar de la asignación de sustanciales partidas presupuestarias para el Ministerio de Educación, surgió una creciente inquietud entre los estudiantes franceses, quienes criticaban la incapacidad del anticuado sistema universitario para dar salida al mundo laboral a un número, cada vez más elevado, de licenciados. Al mismo tiempo, diversos grupúsculos inspirados por las ideologías anarquista, trotskista y maoísta, manifestaron su oposición a la sociedad capitalista y al consumismo. Estudiantes de sociología de la Universidad de Nanterre, próxima a París, fueron particularmente activos y proclamaron que la universidad debía convertirse en el centro de la revolución contra el capitalismo; su ocupación del campus provocó la clausura de la universidad a finales de abril, por lo que decidieron reunirse en la Sorbona. Al temer violentos enfrentamientos entre grupos de derecha e izquierda, se pidió la intervención de la policía, violando así la autonomía gubernativa de la universidad y su condición de lugar donde puede exponerse con total libertad cualquier expresión. A consecuencia de todo ello, los sindicatos de estudiantes y profesores convocaron una huelga general. Después de una semana en la que las manifestaciones estudiantiles fueron duramente reprimidas por la policía, los sindicatos obreros convocaron una huelga general para el 13 de mayo. Nueve millones de trabajadores respondieron a este llamamiento.

Los sucesos sorprendieron al gobierno. Charles de Gaulle y su primer ministro Georges Pompidou estaban fuera del país y su respuesta fue vacilante, oscilando entre una postura conciliadora y la represión. En los últimos días de mayo, François Mitterrand declaró que estaba preparado para suceder al general De Gaulle. El 30 de mayo, miles de personas ocuparon los Campos Elíseos en apoyo de De Gaulle, manifestando que habían sufrido ya suficiente chienlit (vocablo creado por De Gaulle, que venía a significar de forma peyorativa 'desorden'). Ese mismo día, De Gaulle proclamó su intención de permanecer en el poder y de disolver la Asamblea Nacional francesa. Las elecciones, celebradas en junio, fueron un triunfo para De Gaulle. En ese mismo año se firmaron los Acuerdos de Grenelle y los sindicatos negociaron un incremento del salario medio del 12%. Sin embargo, De Gaulle estaba convencido de la necesidad de una reforma en la sociedad francesa y defendió la aplicación del concepto de participation (reparto de los beneficios). Decidido tras su éxito electoral a reforzar su poder, propuso un referéndum nacional sobre la regionalización y la reforma del Senado, aunque en el fondo era una aprobación popular a su política. Sus propuestas fueron rechazadas y el 28 de abril de 1969 dimitió.

El movimiento de mayo de 1968 en Francia fue sobre todo una manifestación en contra del régimen gaullista. No constituyó el repudio a la política como tal, sino más bien el rechazo a un estilo tecnocrático de gobierno.

Crisis de misiles en CUBA


1-Lugar de instalación de los misiles, noviembre de 1962

2-Foto tomada por el ejército estadounidense durante la crisis de los misiles


Probablemente fue la crisis cubana aquella que resultó más grave entre las dos superpotencias en todo el período que transcurre desde mediados de la década de los cincuenta e inicios de los sesenta: a fin de cuentas, la Guerra de Suez tiene que ser conceptuada como incidente, aunque importante, en el camino hacia la emancipación colonial mientras que la crisis de Berlín había tenido antecedentes previos y no dio la sensación de poder llegar a provocar una conflagración mundial. En cambio, éste fue el caso de la crisis cubana que se desencadenó en octubre de 1962.
El alineamiento de Castro con la URSS no era inevitable. Se debe tener en cuenta, por ejemplo, que el Partido Comunista cubano se opuso al asalto al cuartel de Moncada, que constituyó el primer paso del Castro revolucionario. Cuando éste alcanzó el poder su imagen fue de una especie de "nuevo Bolívar" más que de un revolucionario marxista. Durante todo el año 1959 las declaraciones del propio Castro impedían que se le pudiera considerar como tal.
Por otro lado, la política de la URSS respecto a Iberoamérica había sido extremadamente prudente a comienzos de los años cincuenta, cuando se estableció un régimen procomunista en Guatemala. A lo largo del año citado, los mismos soviéticos conceptuaron lo sucedido en Cuba como la construcción de un "Estado de democracia nacional" que a los chinos siempre les pareció insuficiente como para ofrecer una colaboración verdaderamente generosa. Pero en tan sólo dieciocho meses la situación cambió cuando Castro decidió alinearse con el comunismo. A partir de este momento, todos los partidos comunistas del mundo fueron inducidos a apoyar sin fisuras la Revolución cubana. De todas las maneras, siempre la URSS tuvo un cierto reparo en que la identificación de Castro con el modelo soviético le convirtiera en más vulnerable.
Ya hemos visto que el activismo de Kennedy en política exterior y el hecho de que ya en la época de Eisenhower se hubiera preparado una operación encubierta en contra de la Cuba castrista tuvieron como consecuencia que, en abril de 1961, se diera luz verde por la Administración demócrata al desembarco de Bahía de Cochinos, una operación pésimamente organizada que ni podía pasar desapercibida ni contó con una ayuda tan decidida como para derrocar a Castro. Después de ello no desaparecieron del horizonte de lo posible, del lado norteamericano, operaciones tendentes a derrocar o incluso a asesinar a Castro. Pero la política de Kennedy tuvo también otro aspecto más laudable. La "Alianza para el Progreso", postulada por el presidente norteamericano en un discurso ante el cuerpo diplomático hispanoamericano en la capital de Estados Unidos, supuso una ayuda de 20.000 millones de dólares. Como aseguró el historiador y asesor presidencial Arthur Schlesinger, se había convertido en evidente que un esfuerzo de idealismo social era lo único verdaderamente realista que podía hacerse por los Estados Unidos en Iberoamérica. Mientras tanto, como hemos podido comprobar, las relaciones de Kruschev con Kennedy, principalmente respecto a la crisis de Berlín, habían sido netamente malas sin establecerse un mínimo de confianza entre ambos.
Como también se ha indicado ya, la iniciativa en el planteamiento de la crisis de los misiles soviéticos instalados en Cuba debe atribuirse en exclusiva a Kruschev y no tanto por motivos relacionados con su voluntad de defender la revolución cubana como de lograr mediante la instalación de misiles de medio alcance una ventaja comparativa con respecto al balance estratégico nuclear preexistente entre las dos superpotencias. De lo único que puede culparse a la Administración norteamericana es de que quien tenía la responsabilidad más importante -Kennedy- había asegurado que existía un desfase estratégico norteamericano en armas nucleares para luego desmentirlo, lo que pudo provocar a Kruschev. Por otro lado, el Gobierno norteamericano nunca tomó en serio lo que consideraba como bravatas de Kruschev sobre la posibilidad de instalar misiles soviéticos en Cuba. De cualquier modo, aunque la instalación de los mismos supusiera una ventaja importante para los soviéticos, de ninguna manera compensaba la ventaja norteamericana que la propia Administración de este país evaluaba en 17 a 1.
Desde el verano de 1962 los servicios secretos norteamericanos empezaron a especular sobre la posibilidad de que los soviéticos estuvieran instalando misiles en Cuba. La confirmación, sin embargo, no se llevó a cabo sino el 16 de octubre de 1962 tras el vuelo de un avión espía U2 y el posterior estudio de las fotografías tomadas. La propia rapidez de la construcción de las instalaciones contribuye a explicar que no se hubieran hecho las operaciones de camuflaje imprescindibles. Desde ese momento, empezó a actuar una célula de crisis del Gobierno norteamericano en la que no siempre existió unanimidad. Mientras que el propio secretario de Estado norteamericano recordó que los Estados Unidos mantenían su superioridad, otros señalaron que lo sucedido equivalía a la violación por parte de los soviéticos de la doctrina Monroe, que vetaba la intervención extraña en el Nuevo Continente, a tolerar la falta de credibilidad que sufrirían los Estados Unidos en el caso de que no hubiera reacción, a acortar el tiempo de aviso de ataque nuclear o a aceptar la vulnerabilidad de los bombarderos estratégicos norteamericanos situados en Florida.
Tomada la decisión de actuar, se planteaba la posibilidad de llevar a cabo un bombardeo sin preaviso o la de establecer un bloqueo marítimo a la isla, que luego adoptaría la denominación, más inocua, de "cuarentena". La primera decisión hubiera supuesto "un Pearl Harbour al revés", aseguró Robert Kennedy, quien añadió que su hermano nunca actuaría como lo había hecho el almirante japonés Tojo; no obstante, obtuvo seis votos mientras que la segunda opción logró once. El 22 de octubre Kennedy anunció al mundo la decisión por televisión; poco antes había informado a sus aliados y al legislativo norteamericano. La conmoción fue espectacular: uno de cada cinco norteamericanos pensó que la Guerra Mundial era ya inevitable.
Por fortuna este desenlace fatal no se produjo. El 24 de octubre empezó a funcionar la "cuarentena" deteniendo la flota americana a algunos de los veinticinco buques soviéticos que se estaban dirigiendo hacia Cuba. Dos días después, Kruschev dirigió una primera carta a Kennedy, espontánea y probablemente bienintencionada, por más que él hubiera sido quien puso en marcha la instalación de misiles: se mostraba dispuesto a desmantelarlos a condición de una promesa formal de que Cuba no sería invadida. El 27 una nueva carta del líder soviético incluía la demanda adicional de que los norteamericanos desmontaran las instalaciones de misiles Júpiter que tenían en Turquía. De estas dos cartas, el presidente norteamericano sólo respondió a la primera aunque, en su respuesta, aludió también vagamente a la segunda. La promesa de no invadir Cuba podía ser hecha porque no había ningún plan directamente dirigido a este propósito; otra cosa es que, como ya se ha dicho, subsistieran las operaciones encubiertas. En cuanto a los misiles instalados en Turquía, muy obsoletos y vulnerables, desde hacía tiempo se había pensado en hacerlos desaparecer, pero a Kennedy le pareció que ofrecer esa medida como contrapartida habría equivalido a dar la sensación a su propia opinión pública de que se cedía en exceso. De hecho, consiguió un éxito manifiesto de cara a la misma, aunque en realidad fuera más efectivo en lo que respecta al modo de enfrentarse con la crisis que en la previsión de que podía acontecer o en capacidad de evitarla. El 28 de octubre la crisis había sido superada y los soviéticos empezaron a desmontar sus misiles aceptando la solución acordada con los norteamericanos.
El mundo recibió la noticia con alivio pero hubo una larga serie de hechos que ignoró en el transcurso de la crisis y que sólo han sido conocidos con el transcurso de mucho tiempo y la apertura de los archivos. La más importante de ellas es que la iniciativa partió de Kruschev y no fue tan sólo defensiva por más que los cubanos hubieran solicitado la presencia de armas nucleares soviéticas en la isla.
Pero hay muchas otras más. Parece, por ejemplo, que ambos contrincantes durante la crisis procuraron evitar la confrontación final. Los norteamericanos, por ejemplo, sufrieron el derribo de dos aviones U2, uno sobre la isla y otro en Siberia, y, sin embargo, no dieron cuenta de ellos para evitar la repercusión sobre la opinión pública propia; además, modificaron sucesivamente el perímetro en que tenía lugar la cuarentena también con el deseo de evitar mayor conflictividad. Los soviéticos tuvieron que enfrentarse con la airada reacción de Castro partidario incluso de un ataque nuclear inicial de los soviéticos e indignado cuando éstos decidieron ceder. En adelante, hubo de conformarse con la presencia en la isla de cazabombarderos que podían llevar armas nucleares (algo de lo que los norteamericanos permanecieron ignorantes). Tampoco habían sabido estos últimos que, pese a lo que ellos pensaban, si hubieran llevado a cabo el bombardeo preventivo los soviéticos de la isla hubieran respondido porque tenían instrucciones para ello y, además, disponían ya de cabezas nucleares para hacerlo, algo de lo que tampoco fueron conscientes Kennedy y los suyos.
La conclusión más importante de la crisis de Cuba fue que, a pesar de bordearse la posibilidad del estallido de una guerra nuclear, la disuasión nuclear había funcionado, por más que hubiera sido "in extremis". Además, había quedado claro que el diálogo de las dos superpotencias era, a la vez, necesario y posible. La coexistencia pacífica no era, por lo tanto, un slogan de propaganda sino algo impuesto por las circunstancias. No puede extrañar que no tardara en producirse una evolución hacia la distensión. Las primeras medidas en este sentido fueron el establecimiento de un "teléfono rojo" destinado a hacer posible la comunicación entre las cúpulas dirigentes de las dos superpotencias y la prohibición de ensayos nucleares en la atmósfera.
Por lo demás, convertida la Cuba de Castro en todo un modelo, en especial de cara al Tercer Mundo, sus relaciones con la URSS resultaron bastante más complicadas de lo que en principio podía esperarse. Para comprobarlo, merece la pena tratar esta cuestión en este momento y de manera global sin esperar a hacerlo más adelante para percibir así con más claridad que la relación fue más conflictiva de lo que en principio podía pensarse. En efecto, Castro pareció querer evitar cualquier compromiso con una de las partes cuando se produjo la división del movimiento comunista en dos tendencias, una prosoviética y otra prochina. Si finalmente se decidió a apoyar a la URSS fue porque la consideraba más capaz de ayudarle, como efectivamente sucedió: de hecho, la economía cubana fue, en adelante, fuertemente subvencionada por la ayuda de los países del área soviética.
A pesar de ello, hubo importantes diferencias de criterio entre los dos países. Los soviéticos estaban mucho más interesados en lograr que los partidos comunistas de todo el mundo se alinearan con sus posturas que en la eventualidad de creación de zonas guerrilleras en puntos neurálgicos de Hispanoamérica. La paradoja fue, en efecto, que en realidad Cuba sintonizaba mucho más desde el punto de vista de la estrategia revolucionaria con China que con la URSS. En la Conferencia Tricontinental, celebrada a comienzos de 1966 en La Habana, Castro se reivindicó a sí mismo como líder de todos los movimientos guerrilleros revolucionarios defendiéndolos a todos ellos, fueran o no comunistas, y mostrándose partidario de una política de activismo subversivo que le llevaba a predicar una directa involucración en la Guerra de Vietnam que las dos grandes potencias comunistas evitaron.
Al mismo tiempo, sin embargo, en un momento en que el propio Estado chino estaba en grave peligro, sometido a la crisis de la revolución cultural, se produjo una ruptura violentísima con este país que llegó a retirar a Castro la consideración de socialista. Pero en su repudio de cualquier proclividad parlamentaria y en su preferencia por la acción guerrillera, Castro, en realidad, estaba muy próximo a la posición de Mao.
Fue este activismo el que le enfrentó a los soviéticos siempre proclives a un comportamiento más prudente en un área como la hispanoamericana, que debían considerar como controlada por la hegemonía del vecino del Norte. De ahí el desencanto sentido por la URSS, perceptible en el escaso número de artículos que durante mucho tiempo se dedicó en la prensa soviética a la experiencia de Castro. Las peores relaciones entre los dos países se produjeron en 1967-8 cuando el líder cubano se había lanzado a la promoción de focos guerrilleros rurales con ayuda de revolucionarios iberoamericanos o extranjeros, como Che Guevara o Regis Débray. Eso le hizo enfrentarse a gran parte de los Partidos Comunistas de la región, en especial al venezolano. La URSS, que quería anudar una relación económica estrecha con los países del área, no pudo alinearse con esta actitud e incluso presionó sobre los cubanos por el procedimiento que tenía más a mano: ser menos generosa de lo que lo había sido antes con los cubanos que, por ejemplo, padecieron dificultades en lo que respecta a su abastecimiento de productos energéticos.
La liquidación de los movimientos guerrilleros a finales de los años sesenta contribuyó a que la postura de Castro cambiara. La desaparición de esa vía revolucionaria le hizo apoyar dictaduras populistas, como la de Velasco Alvarado en Perú o a líderes socialistas revolucionarios, que accedían al poder por procedimientos parlamentarios como Allende en Chile. Esa política resultaba más homologable con los intereses estratégicos de la URSS, que no tuvo inconveniente en prestar más ayuda: en 1972 Cuba ingresó en el COMECON y dos años después Breznev la visitó. Durante la década de los setenta, siendo ya improbable el éxito de cualquier aventura revolucionaria en Iberoamérica, Castro se lanzó a una aventura africana que favorecía los intereses estratégicos soviéticos. Pero ésta es ya una cuestión de la que se tratará más adelante.


ALGUNOS PERSONAJES E IMAGENES :


Grupo de guerrilleros cubanos Cartel propagandístico cubano con la imagen de Fidel Castro El embajador norteamericano ante la ONU muestra fotos de misiles rusos en Cuba
Un poco mas de informacion , para archivar :

La crisis de los misiles cubanos es como se denomina al conflicto entre la Unión Soviética y los Estados Unidos a finales de 1962, y es una de las mayores crisis entre ambas potencias durante la Guerra Fría.

Los orígenes del conflicto residen en la decisión del Partido Comunista soviético de apoyar más directamente al gobierno revolucionario de Cuba al mando de Fidel Castro, debido al antecedente que se creó con la operación fracasada de Bahía de Cochinos, que dio muestras inequívocas de que Estados Unidos no iban a permitir un gobierno pro-soviético a escasos kilómetros de sus costas. La URSS vio en Cuba la base necesaria para el apoyo a nuevas oleadas revolucionarias pro-soviéticas en países americanos, así como por su cercanía a Florida, una base militar desde donde poder amenazar a los Estados Unidos sin que éstos tuvieran tiempo de reacción, igualando así la amenaza que significaba para los soviéticos los misiles estadounideses emplazados en Turquía, estado fronterizo con la URSS, y la República Federal Alemana. Por ello, el líder soviético Nikita Kruschev y su gobierno decidieron asegurar la isla con la instalación de bases de misiles, con capacidad para alcanzar Estados Unidos y dispuestos para llevar cabezas nucleares.

La instalación fue descubierta por las fotografías de un avión espía estadounidense, el U-2. Analistas de la CIA señalaron al presidente John Kennedy que estructuras fotografiadas en Cuba parecían corresponder a instalaciones de misiles, todavía no operacionales pero que lo estarían en poco tiempo. Kennedy, se dirigió a la Nación con un mensaje televisado de 17 minutos, el 22 de octubre de 1962. Habló de establecer una cuarentena y un cerco alrededor de la isla, para cumplir esta medida se desplegaron barcos y aviones de guerra estadounidenses. Jrushchov dirigió un mensaje a Kennedy el 24 de octubre: "...la URSS ve el bloqueo como una agresión y no instruirá a los barcos que se desvíen"; pero en las primeras horas de la mañana, los buques soviéticos disminuyeron la velocidad y regresaron o alteraron sus rutas.

El 27 de octubre un avión espía U-2 fue derribado por un proyectil SAM, disparado por los soviéticos desde una de sus bases, cuando sobrevolaba la isla, aumentando aún más la tensión. Sin embargo, el mismo día, Jrushchov propuso a Kennedy el desmantelamiento de las bases soviéticas de misiles nucleares en Cuba, a cambio de la garantía de que Estados Unidos no realizaría ni apoyaría una invasión a Cuba, además, también debería realizar el desmantelamiento de las bases de misiles nucleares estadounideses en Turquía. Después de continuas negociaciones secretas, de las que estuvo excluido Castro, Kennedy aceptó. Este acuerdo se conoció más tarde, ya que Kennedy lo firmó con la condición de que ni la no invasión a Cuba ni el desmantelamiento arriba mencionados, llegaran a ser de público conocimiento en al menos 6 meses.

De esta forma se puso término a la crisis sin dar muestras de debilidad ni de derrota por ninguna de ambas potencias, ya que el teatro de la Guerra Fría quedó así igualado, y se volvió a evitar el conflicto directo; algo que tanto en Washington como en Moscú no se quiso ni imaginar, por mucho que la publicidad bélica de la época dijera lo contrario; traspasando los enfrentamientos a terceros países como ocurrió en Corea y en Vietnam.

En este momento se creó el llamado teléfono rojo, línea directa entre la Casa Blanca y el Kremlin, con el fin de agilizar las conversaciones entre ambas potencias durante períodos de crisis.

El 29 de octubre Nikita Jrushchov envió a Fidel Castro un informe de los términos del acuerdo soviético-norteamericano sobre Cuba.

En un artículo escrito en esos días y no publicado hasta después de su muerte, Ernesto "Che" Guevara criticó la actitud de los soviéticos: "Es el ejemplo escalofriante de un pueblo que está dispuesto a inmolarse atómicamente para que sus cenizas sirvan de cimiento a sociedades nuevas y que cuando se hace, sin consultarlo, un pacto por el cual se retiran los cohetes atómicos, no suspira de alivio, no da gracias por la tregua; salta a la palestra para dar su voz propia y única, su posición combatiente, propia y única, y más lejos, su decisión de lucha aunque fuera solo".

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